Renunciar a una mirada utilitarista
de la vida, los animales, las personas, los ríos, las montañas y el sistema de
vida del que hacemos parte, puede para
nuestra sorpresa producir fricciones y malestar en un mundo donde el peso de la
justicia y del sufrimiento del otro carece de importancia.
La visón utilitarista reina
contundentemente en los cinco continentes y su punto de partida reside en la posibilidad de
hacer uso racional e irracional de la existencia de todo aquello que pueda
producir riqueza como: un bien, una persona, la vida, una cosa o una institución,
de todo lo que puede ser puesto en función de la satisfacción de una o más
necesidades para el egocentrismo de especie - a veces necesidades que son más ficticias
que reales- producidas en el mismo juego
de apariencias y espejismos que nos persuade un mundo de tecnologías,
rascacielos y excentricismos cuando al mismo tiempo enfrentamos meses de sequía
y un tributo diario al dios consumismo.
Esta visión no tendría ningún
problema pues aparentemente soluciona “la verdadera búsqueda del ser humano”
hacía el desarrollo, el progreso y el exacerbado crecimiento de la riqueza. De hecho, esta necesidad de la invención, es extrañamente una
de las mismas fuerzas de despegue que impulsa llevar todo a un lugar más lejos,
el deseo hacía lo inaudito, hacía el avance, hacía el descubrimiento o hacía la
creación.
La gran meta de ingenieros, diseñadores, científicos, y otros co-participantes es la elaboración de aparatos que cómo por arte de magia al presionar un botón acaben con los
problemas reales y tangibles. Día a día surgen una gama de aparatos
con tecnología de punta que pueden cumplir diversos objetivos, como: convertir
el agua negra en agua clara y potable, el oxígeno contaminado de partículas asfixiantes
en oxigeno apto para los pulmones, el calor en frió o el frió en calor, los automóviles más y más cómodos para
las horas en el tráfico, cómo también equipos de trasplante
de extremidades y órganos vitales, medicinas para el cáncer u otras enfermedades mortales, y hasta semillas modificadas genética-mente para sobrevivir en
condiciones hostiles.
A pesar de todo estos avances hay que decir que existe
una gran población en el planeta padeciendo las consecuencias de las enfermedades
respiratorias, cáncer de todos los tipos, escasez de agua o agua contaminada, pueblos enteros caminando días y semanas en terrenos desérticos, la expansión de terrenos infértiles, el deterioro de animales, plantas y personas afrontando todos a su vez las oleadas
de calor, y para el caso práctico del citadino el frecuente tráfico endemoniado
para llegar al trabajo remontado todos en un mismo vagón, como una sola masa humana bajo temperaturas cada vez más altas.
La gran pregunta es ¿ Hasta donde las mieles del progreso cubre a todos con su avances.? A lo mejor ese mundo de desarrollo tecnológico
y progreso exacerbado no ha llegado a todos los lugares del mundo, o lo que es
peor, la ilusión de que algún día llegue es tan sólo eso: una ilusión. Para comprender esto no habría que ir tan lejos, simplemente lanzar la mirada a la realidad, la riqueza con la que se alimenta tal visión no es una ilusión, esa riqueza nace justo de la muerte de todo lo que en el mundo posee vida y lo que es peor aún lo que asegura un equilibrio de todas las formas de vida.
El único
goce del avance tecnológico con el que con seguridad si ha sido incluido gran
parte de la población del mundo es con el televisor, el celular y quizás el computador. Estos son los aparatos masificados, -casi que por hogar se convirtió en un obligatoriedad disponer de uno de estos- son los que tienen una mayor
oferta en el mercado en estilos, colores, tamaños y precios. Y muy seguramente lo son porque lo
permiten las reglas del juego, cumplen con una función crucial a los habitantes del planeta, victimas y cómplices, su función radica en crear la percepción de que al prender el botón se nos resuelven todos los problemas, ellos funcionan
como unos lentes para ver el mundo, pero llegan sólo imágenes en diferido. Son
tecnologías que permiten ver el mundo
que no se conocía y que se hace posible en una pantalla que no solamente deja
de entretener sino que también hace olvidar de las verdaderas frustraciones y
preocupaciones, al final no importa cual solucione; al final lo que importa es vivir el
espejismo que el progreso ofrece.
De esta manera hay un juego
perfecto donde se complementan una visión del mundo utilitarista y un sistema de
dispositivos, tecnologías y equipos que se han extendido a todos los ámbitos de
la vida humana. – no es posible ni
siquiera ahora pensar la vida sin celular- que alimenta la confianza en esa concepción del mundo y que lo hace sin permitirles distinguir la imagen de la
verdad, en otras palabras de lo que están hecho las cosas, incluso la misma
imagen que tan goce produce ante los ojos.
Una visión que además no se concilia con la moral, ni con la ética y mucho menos podría seguir siendo justificada por verdades a medias. Un sistema donde la
injusticia se mira a los ojos cuando se es la víctima, y donde el somnífero más
letal para no quererla observar aunque la este mirando, es la aparente sensación de que todo marcha en el
camino más próspero en vía de eso que el ser humano se propuso un día, para el
todos los créditos y para él todo el esplendor de un mundo donde su acción
gobierna y las imágenes lo gobiernan a él.
En esta visión no hay cabida para la compasión
ni el asombro con el horror, y la empatía con los que la padecen, ellos solo nacen a merced
del sostenimiento de todo este sistema y sus vidas carecen absolutamente de
todo valor, únicamente el valor de su utilidad. También habría que decir que esta mirada del mundo que ahora reina sería
perfecta el único pequeño problema adicional que
enfrenta son las imparables oleadas de calor, las lluvias que también queman porque ya no refrescan, los desequilibrios productos de las transgresiones con los
subsistemas de vida, la perdida irreparables
de los glaciares, la especies extinguidas y en extinción, las que son explotadas incesantemente en la
actividad industrial, y por último los ecos de la incertidumbre por el mañana sobre nosotros mismo como especie.
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