miércoles, 25 de octubre de 2017

La comunidad virtual.

Cualquier anuncio sin importar su origen tienden a una suerte de ficción, se elogian las circunstancias en palabras que no prueban los alcances de la realidad; letras y sonidos que no logran ni siquiera la cuota inicial para remover un pensamiento profundo; todo circula en una y otra dirección, pero por efecto de soledad decimos con seguridad probar la sazón de la vida en espacios intangibles, la consecuencia de ello, es vivir con la vaga sensación de excavar en el vacío.

Sin detenimiento alguno, ocurre el existir, entre lo superfluo y lo permanente, basta con la publicidad para convencemos de sentir estar conectado a algo, un placer efímero que se desprende de cada imagen que sueña con lo que no ha pasado, pero que se enorgullece de si misma, en ese espacio de identidad que se diluye, se construye y se reconstruye con cada movimiento. La atención se encadena en una y otra información, combinan instantáneamente un cosmos de lo trágico, lo cómico, lo químico, lo político, y lo religioso; ningún repertorio social desea estar por fuera, su mayor triunfo es la sustitución, nada perdura en la escena, todo sube y baja.


Pocos de quienes se exponen al público, sienten el coraje para desconectarse, ello no traduce algo diferente al sueño de estar en comunidad: imaginarse como parte de algo, sentir que se es sentido y pensar que se es pensado, pero no menos importante mirar que se es mirado ¿y que significa en este mundo simultáneo el acontecer individual? ¿ el acontecer de lo privado? ¿y hasta de lo íntimo? todo en cuanto ocurre, cobra sentido a la sombra de los cientos de ojos que lo vigilan, que lo deleita y al mismo tiempo que lo desechan. Ojos que todo lo ven, con bocas mudas en las casas, en los andenes y en las plazas, su peor pecado es perderse de la novedad, no hay detalle que se escape de vista, todo es un acontecer de acontecimientos simultáneos al alcance de una pequeña presión del dedo índice, allí se conecta el flujo sanguíneo, la ansiedad, la finitud con una imagen que va más allá de la pared, justo donde se abre el portal al panteón, qué aparece y desaparece a la luz de una pieza de cristal, perderle de vista significa perderse de vista ante los ojos de los otros, que no son otros, porque las miradas jamás salieron de ellos mismo.