sábado, 24 de febrero de 2024

Con mis propias manos

El bisabuelo de Aceneth provenía de Italia, de donde llegó huyendo del baño de sangre que fue la Segunda Guerra Mundial. Flavio, un viajero en su juventud, se estableció en una ciudad costera del noroccidente venezolano en la que conoció a una hermosa mujer de caderas anchas, muslos firmes y ojos color negro que miraban con profundidad, como auscultando a quien tuviera en frente. Ese mismo color de ojos fue heredado por Aceneth, al igual que la disposición trashumante de su ancestro materno, de ahí que desplazarse a Colombia en busca de un mejor futuro para ella, su pequeño hijo y su familia en general, quienes se quedaron, no le haya descolocado en ningún momento.

Fue en 2018 cuando decidió iniciar la expedición al vecino país. Las estructuras productivas de su Venezuela natal eran incapaces de absorber la mano de obra calificada de los muchos profesionales que con título en mano intentaban obtener un lugar así sea en una de las plazas reservadas para quienes carecen de formación académica. Con ese panorama y la vida en franca desmejora llegaba el momento de partir. 

Su corazón se debatía entre migrar o no con su pequeño. Pero lo más conveniente era dejarlo en casa al cuidado de su abuela. Aquella era una decisión de la que no se arrepiente dadas las circunstancias actuales pero que le hizo brotar lágrimas de vez en cuando. Así empezó un peregrinaje que le permitió recorrer parte de la geografía de su país anfitrión y finalmente detenerse en la ciudad de Cali, en una vivienda de dos pisos ubicada en un barrio de clase media a la que llegó por recomendación de una amiga de su madre, quien se estableció en Coro muchos años atrás cuando eran los colombianos los que marchaban al otro lado de la frontera. 

A su llegada acusó una fatiga mental que solo fue superada por el irrevocable espíritu de un foráneo labrador que traía consigo. No fue fácil encontrar una primera oportunidad laboral, pues su titulación como administradora de empresas no había sido homologada y de otra manera, y dada una cuestión reputacional, muy pocos hubieran consentido los servicios administrativos de alguien procedente de un país cuya económica amanecía más estropeada todos los días. Pero la tenacidad, la persistencia, unidos al carisma y ese guiño de la suerte se cruzaron un buen día en el que una de las personas que convivía en la misma residencia recomendó a una vieja amistad emplear a Aceneth en el departamento administrativo y contable de una empresa dedicada a la importación de maquinaria pesada. 

Con sus documentos de identidad en la mano, el arrojo necesario y un par de lapiceros y libreta se presentó a la jornada de inducción. Fue un éxito, puesto que la labor que debía adelantar comprometía unas habilidades pulidas producto de una práctica dilatada en su país de origen. Al poco tiempo de su ingreso demostró tener un dominio de la técnica administrativa que despertaba los celos en alguno que otro de sus compañeros y en la admiración de sus superiores. Dadas las buenas prestaciones fue escalando sin prisa y sin pausa. El giro en el guion de su vida profesional tuvo un impacto en su vida familiar. El largo año y medio separada de su hijo terminaría con un beso y un abrazo en la ciudad fronteriza de Cúcuta, a la que había llegado el niño transportado por su abuela para que este se estableciera permanentemente en Colombia con su madre. De ahí en adelante, la historia tendría muchos episodios de felicidad.

Ha pasado un buen tiempo desde que Aceneth dejó su primer empleo, pudo homologar su formación y decidió como tantos de sus connacionales ingresar en el mundo del emprendimiento, en el campo de los alimentos en el cual ha tenido la oportunidad de administrar la suerte con sus propias manos.

viernes, 17 de junio de 2022

Repetir la historia o liberarnos de ella.

Todo profesional médico realiza un diagnóstico para saber qué es lo que está pasando con su paciente. El éxito de un tratamiento depende esencialmente de reconocer cuál es la patología y sus características, porque, aunque pueda manifestar síntomas similares al de otras enfermedades, toda patología tiene una naturaleza específica y por tanto distintiva.

 

Esta referencia que traigo a colación puede servirnos para entender cómo tratar “patologías sociales” pero sólo sirve de metáfora porque cuando hablamos de realidades sociales nos corresponde buscar respuestas más allá del orden de lo orgánico, es decir, de lo biológico. Un científico social para realizar un buen diagnóstico debe reunir información histórica, económica y cultural qué le permita reconocer el tipo de sociedad, sus características, tendencias y contrariedades. En este orden de ideas, la Violencia ha sido la más grande enfermedad de la sociedad Colombiana desde su constitución como República. Una definición clásica refiere que la violencia es el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo. En esta nación la violencia ha ido más allá, no se complace con el dominio en sí mismo sino con el aniquilamiento del otro, quien pone en riesgo el estado de dominación.

 

Alberto Fergusson niega que exista un ADN que nos incline a la violencia y afirma que esa es una forma de “enmascarar” desigualdades socioeconómicas. Fernán González Doctor en Historia en su libro Poder y Violencia en Colombia explica que no es una sola violencia, sino que son muchas, cada una con sus propias dinámicas, actores y tensiones.  Coincido con ambos autores, este fenómeno tiene una multicausalidad, es decir, no se explica únicamente desde lo político o desde lo cultural, sino incluso como afirma Fergusson desde estructuras socioeconómicas desiguales e incluso “desde opciones voluntarias de algunos actores y grupos sociales por la solución violenta de esas contradicciones y tensiones” como afirma Fernán Gonzales. Así mismo la Violencia en Colombia ha tenido picos muy altos en números de muertos y otros más bajos durante nuestra historia republicana.  Los más altos coinciden con momentos de transformaciones sociales a través de reformas económicas y políticas llevadas a cabo desde el Estado.

 

En 1850 por ejemplo con la abolición de la esclavitud, el intento de una reforma agraria, la promoción de la separación entre Estado e Iglesia, y la participación política a través del voto para una parte de la ciudadanía conllevó a que sectores acomodados, grupos terratenientes, descendientes de las élites criollas, la misma Iglesia católica fueran los principales opositores de dichas reformas; exacerbando un espíritu revanchista y optando por el uso indiscriminado de prácticas belicistas. No es casualidad que en la segunda mitad del siglo XIX haya sido una coyuntura convulsionada con intensos conflictos civiles.

 

La Revolución en Marcha a partir de 1934 hasta 1945 liderada por Alfonso López Pumarejo fue uno de los proyectos más ambiciosos, modernizar el país e insertarlo en la economía capitalista, y promover una verdadera Reforma Agraria. Como efecto de estas reformas no se hicieron esperar una oleada de asesinatos y masacres entre 1945-1953 inducida por los sectores inconformes con la redistribución de la tierra y la secularización del Estado, es justo durante este periodo que ocurre uno de los magnicidios más recordados hasta hoy en día, el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán.

 

La constitución de 1991 es sin lugar a duda otro momento de la historia donde el proyecto republicano alcanza su mayor conquista, que se puede evidenciar en el Artículo 1. Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. Pero es esta década tan gloriosa también una de las más violentas: decenas de genocidios, masacres, secuestros, enfrentamientos militares, entre distintos actores armados: guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y ejército dejando como resultado millones de desplazados, miles de mujeres viudas, y de niños y niñas huérfanos.

 

La segunda mitad del Siglo XX es una de las coyunturas más tristes, angustiantes y deprimentes de la memoria colectiva. Convergen y se reciclan conflictos políticos irresueltos desde el siglo XIX como la redistribución de la tierra, aparecen nuevos actores armados que participan incisivamente en el control de los territorios. Estos hechos se expresan así mismo en la contienda política, exterminar ideas se convirtió en la práctica de exterminar personas, los magnicidios fueron el pan de cada día, el exterminio de la UP, el asesinato de magistrados, periodistas, altos mandos de las fuerzas militares, estudiantes, lideres sociales, columnistas, jueces de la república, profesores y hasta jugadores de Football etc.…   

 

Esta última era de Violencia es de las más eficaces en términos de muertos, es también de las más efectivas en términos de control territorial, pero así mismo de las más victoriosas en la destrucción del tejido social, la anulación del colectivismo y el ejercicio de ciudadanía como referente de ser y vivir en sociedad. Se imponen lógicas del mundo de la ilegalidad con dos máximas: enriquecerse a como dé lugar y el cliché neoliberal, primero yo, segundo yo y tercero yo. Esto en el marco de una transición de la vida rural hacia la vida urbana.  

 

La Violencia desde esta mirada terminó inserta en lógicas culturales y económicas. Terriblemente en nuestro país, estos códigos sociales imperan en el modo en cómo convivimos, de tal forma que la política y las instituciones son un espejo de la sociedad que somos. Quienes alegan que el mal de todos los males es la corrupción, ignoran que es tan sólo una de las formas como la violencia se expresa. También es posible detectarla en otros escenarios: el acoso y chantaje laboral, los monocultivos y la destrucción del trabajo agrícola, el trabajo precario e informal, el difícil acceso a la educación superior, el predominio de estereotipos según el colegio en que se estudia, el barrio al que se pertenece, las preferencias sexuales y el origen familiar. No es casualidad que sea Colombia uno de los países con mayor Bullying y matoneo en los entornos escolares. Desde estos escenarios se replican pautas y conductas socialmente aprendidas de los más adultos o quizás, en principio, toleradas.

 

Carolina Sanín afirma que nuestra cultura desprecia la posibilidad que “todos podamos tenerla fácil” y podamos vivir generosa y cómodamente. Predomina un sentimiento de mezquindad donde propuestas como quitar derechos, reducir el estado y aumentar el trabajo gana muchos adeptos. Estas violencias y sus diversas manifestaciones condenan a poblaciones enteras del territorio nacional a escenarios de exclusión, pero también a la discriminación que ello conlleva. A pesar de este diagnóstico preocupante, un amplio sector de la sociedad hoy entiende más que nunca su rol como ciudadanía, reconoce la importancia de la democracia, la igualdad y la libertad, esta movilizada en función de derechos colectivos, trascienden del individualismo narciso a la necesidad de transformarnos en nuestras mentalidades y realidades socioeconómicas. Es una ciudadanía más inquieta por conocer el funcionamiento del Estado, la historia de su nación, y des enquistar de su identidad esas prácticas coloniales clasistas, arribistas, racistas y machistas que desfiguran la posibilidad de una sociedad cohesionada, plural, con unos mínimos de convivencia y civismo.

 

Estas transformaciones son las más importantes, no funciona por decreto o por meras reformas, sino cuando hay movilizaciones a nivel societal, donde hasta los privilegiados de una época luchan por derechos de los otros. En el Siglo XIX las elites políticas progresistas debieron abolir la esclavitud siendo por tradición dueños de esclavos. Los reformistas de mediados del siglo XX tuvieron que reconocer a la mujer como un sujeto de derechos y por tanto un sujeto político, aunque eso significará compartir el escenario de toma de decisiones. Quienes participaron en la constitución de 1991 aceptaron la pluralidad y la diversidad de la nación y renunciaron a ese ideal de sociedad blanca de origen europeo, centralista y apática de los derechos universales.

 

El desafío actual es seguir deconstruyendo esas múltiples formas de violencia que perviven en la no convivencia con los demás, asumir que el bienestar colectivo se traduce en bienestar individual, no es posible vivir bien ni feliz en una sociedad miserable, con amplios sectores arrojados a la pobreza, convencidos que el mundo de la ilegalidad es la fuente de progreso.

Quienes creemos en esta nación no podemos seguir atrapados en el envilecimiento y el derrotismo, en la desidia y la apatía, en la réplica del miedo y la fobia, en el insulto y el descalificativo. Toda persona llega a determinadas creencias, sean políticas o de otra índole por sus experiencias de vida que definen unas maneras de sentir, percibir y razonar. En tal sentido, es un desgaste hacer cambiar de decisión a alguien.

 

Los candidatos presidenciales que llegaron hasta el final de esta contienda electoral claramente no son hermanitas de la caridad, son sujetos inmersos en las contrariedades y tensiones de la propia cultura y vida política de nuestro país. Rodolfo y Gustavo representan dos modelos de vida, uno de “éxito empresarial y progreso material” otro excepcional “un político elocuente y conocedor de su país” ambos son símbolos de esperanza ante sus seguidores, ninguno representa ante sus seguidores aquella idea de “continuismo”; el candidato que representaba toda la coalición de fuerzas por parte del “establecimiento” fue derrotado. No obstante, cada candidato representa unas tesis políticas. Uno promulga un estado austero pero transparente y otro promulga un estado benefactor y con justicia social. Ambas legítimas como concepciones del Estado. No es cierto que uno de ellos destruirá la institucionalidad y él otro nos convertirá como Venezuela, ni siquiera durante la dictadura de 1953 se exterminó la institucionalidad y esto en parte se explica porque es el legado más prominente que ha dejado la historia republicana. Tampoco es cierto que un presidente va a solucionar el problema de pobreza de 22 millones de Colombianos. Una transformación de esta naturaleza implica la voluntad de los grupos dominantes para que ello ocurra y que la sociedad en su conjunto demande reformas rigurosas en la redistribución de la riqueza y esto sólo será posible cuando como compatriotas aspiremos a vivir bien, individual y colectivamente.

 

Para finalizar, debemos pensar que la política tiene una dimensión vital, el de la representatividad. Los grupos empresariales, terratenientes, ganaderos, financieros y los partidos tradicionales son quienes estarían más a gusto con un gobierno de Rodolfo Hernández, por el otro lado, las poblaciones más empobrecidas del caribe, el pacífico, y el suroriente del país, los movimientos: indígenas, obreros, campesinos, feministas, estudiantiles y ambientalistas son la base del Pacto Histórico.

Frente a esto me pregunto ¿Cuál es el mensaje qué le estaríamos enviando a las principales víctimas de la violencia con una eventual victoria de Rodolfo Hernández? ¿A qué tanto estamos dispuestos para que en esta ocasión la ciudadanía en su diversidad se sienta representada? ¿Cómo hacer un pacto como sociedad y cumplir la constitución del 91? probablemente contestándonos estas preguntas sabremos que sólo hay una respuesta, el voto por Rodolfo Hernández nos condena a repetir la historia, el voto por Gustavo Petro es un inicio para liberarnos de ella.

 

 

Andrés Felipe Ramírez Arcila

Magíster en Sociología

 

 


jueves, 27 de mayo de 2021

Un mes de Paro Nacional en Colombia

 El Paro Nacional del 28 de abril es la reactivación de la movilización social que ya había tenido una primera expresión de gran escala el 21 de noviembre del 2019. En aquella ocasión la ciudadanía en Colombia ocupó las calles reivindicando después de más de cuatro décadas el legítimo derecho a la protesta social. Esto fue sin lugar a duda, un hecho histórico. Se conquistaron diferentes espacios de discusión con el Gobierno Nacional respecto a las reformas a la educación, la salud y la pensión como también sobre el cumplimiento de los acuerdos de paz; especialmente frente al asesinato de los líderes sociales. Sin embargo, la movilización social en aquella ocasión se desarticuló cuando se declaró confinamiento estricto a causa del contagio por Covid-19, acción liderada contundentemente desde las alcaldías de las principales ciudades del país ante la resistencia del gobierno nacional de no decretar el aislamiento preventivo. 

 

En el 2020 la rápida expansión de este virus capturó la atención del país y del mundo entero. No obstante, el malestar ciudadano se mantuvo, no solamente por la ineficiencia de Duque respecto a los problemas de orden político y social sino por sus desaciertos en los manejos técnicos y gerenciales del presupuesto del Estado. Algunos de ellos fueron: 1) Comprar tardíamente las vacunas y, con precios superiores al de los países vecinos 2) Transferir auxilios económicos como el ingreso solidario a las cuentas de personajes de la farándula nacional, a funcionarios públicos e incluso a personas ya fallecidas 3) Proteger la banca privada y las grandes empresas, aunque reportaban este mismo año una capitalización sin precedente de sus utilidades. 4) Decretar dos días sin IVA estimulando la aglomeración de la ciudadanía beneficiando prioritariamente a las grandes cadenas del país y no el comercio barrial 5) Desproteger las pequeñas empresas y demás emprendimientos ciudadanos dejándolos a su suerte, en efecto, disparando el desempleo 6) Despilfarrar recursos en publicidad, glifosato y en arsenal bélico.  

 

A pesar de la gravedad de estos hechos, la única salida que encontró el Gobierno Nacional para restablecer la economía nacional fue presentar una reforma tributaria al congreso en el mes de marzo del presente año. Reforma enfocada principalmente en la clase media mediante incrementos en las tarifas de los servicios públicos y más gravámenes a sus ingresos, entre otras propuestas. Desde luego, una medida impopular y sumamente arbitraria criticada incluso por actores políticos del mismo partido. No obstante, el acontecimiento que activó rotundamente el malestar ciudadano fue la respuesta del ministro de hacienda en una entrevista con la periodista Vicky Dávila, donde afirmó que una docena de huevos oscila en los 1800 pesos -un poco más de medio dólar-. suceso que tuvo gran resonancia en los medios de comunicación nacional y en las redes sociales, siendo objeto de centenares de miles de críticas.  

 

Finalizando el mes de abril en el tercer pico de contagio por COVID y con el mayor número de muertes en el país distintas agremiaciones de trabajadores, pensionados, docentes, (FECODE), agricultores y transportadores ratificaron la convocatoria para iniciar el Paro Nacional el 28 de abril. Diversos actores políticos estuvieron en completo desacuerdo con esta decisión por las aglomeraciones que se iban a presentar, entre ellos, la alcaldesa de Bogotá.  A pesar de los temores por el contagio del virus y la represión del gobierno a través del ESMAD, la ciudadanía se tomó las principales avenidas, plazas públicas y carreteras del país.

 

En la ciudad de Cali se agudizó la protesta, dado que fueron destruidas varias estaciones del sistema de transporte, estaciones de gasolina, las cámaras de foto multas, las señales de tránsito y también varios semáforos. Esta serie de acciones generó un descontento de diversos sectores condenando las “acciones vandálicas” presentadas. A pesar de que se decretó toque de queda en la ciudad distintos puntos de concentración se mantuvieron articulados y con el paso de los días diversos sectores de la ciudadanía se sumaron apoyándolos con alimentos, agua, dineros y especialmente insumos para soportar los ataques del ESMAD. 

 

Al día de hoy la ciudad de Cali sigue siendo el centro neurálgico del estallido social. Esto se puede comprender desde una mirada regional, dado que es el suroccidente colombiano donde convergen niveles eclipsantes de desigualdad social, segregación espacial, racial y económica, cientos de víctimas desplazados por actores armados en disputas territoriales, indicadores lamentables de Necesidades Básicas Insatisfechas, de informalidad y desempleo, todas esta realidad estructural ha conllevado a que sean los jóvenes de las laderas y del oriente de la ciudad quienes se mantengan al día de hoy en la Primera Línea, como han sido llamados quienes están dispuestos hasta lo último por mantener activos el Paro Nacional. 

 

Son ellos, la Primera Línea, los verdaderos líderes del Movimiento Social y están exigiendo respuestas contundentes y urgentes por parte del gobierno. No obstante, la única respuesta ha sido incrementar la fuerza pública conllevando a una sistemática violación de derechos humanos. Ocasionando una sistemática violación de derechos humanos. Según cifras de la ONG Temblores al 24 de mayo reporta: 955 víctimas de violencia física, 43 víctimas de violencia homicida, 1388 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes, 595 intervenciones violentas en el marco de las protestas pacíficas, 46 víctimas de agresiones oculares, 165 casos de disparos de armas de fuego y 22 víctimas de violencia sexual.

 

Si bien el gobierno determinó retirar la reforma tributaria, esta medida no funcionó para culminar con el Paro Nacional, tampoco las postizas intenciones de negociar con determinados actores a puerta cerrada.  La movilización social es ahora en Colombia muy superior que cuando inició, ha escalado a las ciudades más importantes del país, pero también a las regiones más olvidadas, ha superado la estigmatización que había sido su enemigo más grande en las últimas décadas, ha diversificado sus repertorios de organización, ha sumado el apoyo de redes comunitarias, indígenas, estudiantiles, etc.… Ha utilizado inteligentemente las redes sociales ganando el apoyo de líderes, artistas, académicos, activistas por derechos humanos, nacional e internacionalmente, ha contado con el apoyo de colombianos en el exterior, quienes se han movilizado en las principales ciudades del mundo. Todo esto ha permitido el reposicionamiento de un nuevo sujeto político en Colombia que no se limita a votar, sino que se involucra como actor colectivo en los procesos democráticos y políticos. En consecuencia, el gobierno actual no tendrá más remedio que dar respuestas eficaces al clamor popular. 

 







lunes, 10 de mayo de 2021

Colombia: De la polarización política al renacer de la movilización social.

 Por

Andrés Felipe Ramírez Arcila[1]

Durante el siglo XX la violencia perturbó la sociedad colombiana. A pesar de ello, fue posible el mantenimiento de una relativa estabilidad democrática e institucional adscrita a las sólidas identidades bipartidistas que por más de una centuria se alternaron el poder ordenando desde el estado una vida social y económicamente liberal en medio de poblaciones mayoritariamente conservadoras[2]. El cuadro de violencia más intenso en el país considerando la escala nacional que ésta integró fue sobretodo en la década de los 80´s y 90´s[3].  Con la llegada del nuevo siglo y transcurrida las primeras dos décadas un acontecimiento político sería determinante en el devenir histórico de esta nación, los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC, los cuales colocaron un nuevo referente en la vida pública, la sustitución de las armas por el diálogo. Ello implicando en primera instancia el reconocimiento de grupos sociales que aún después de la constitución del 91 seguían siendo marginados. Este acuerdo no solamente significó la desmovilización de la guerrilla más antigua de occidente sino también un gran espacio de reconfiguración de las fuerzas políticas en el país y la reactivación de diversos movimientos sociales que describiré en el presente texto.

Hasta las elecciones presidenciales del 2010 con Juan Manuel Santos, él y en conjunto del anterior gobierno de Álvaro Uribe Vélez ascendieron a éste cargo apelando a la guerra como fuente de legitimidad y de su praxis política[4]. Sin embargo, a mitad de su primer periodo electoral en el año 2012 cambia por completo de rumbo y se inclina por la paz como la bandera de sus siguientes años de gobierno. Una consecuencia directa de esta alternancia en la lógica de gobernanza para una sociedad que venía de apostarle a la renombrada política de seguridad democrática -entre el año 2002 y el 2010- fue el ambiente de polarización a escala nacional. Este hecho sería clave en el desarrollo de los acontecimientos venideros como: la reelección de Santos, el plebiscito por los acuerdos de paz, las elecciones del 2018, y la movilización nacional del 19 de Noviembre del 2019.

Una de las grandes dificultades de la nación colombiana en su proceso de consolidación ha sido la configuración de una simbólica nacional, es decir,  la concreción de determinados referentes de integración mediante los cuáles una población multiétnica, plural y heterogéneamente distribuida en el espacio geográfico con complejos culturales divergentes y proyectos económico-políticos contrariados pueden concebirse como parte de una misma unidad[5]. Durante el siglo XX el bipartidismo cumplió parcialmente con esta función de integración dado que el grueso de la población se reconocía como simpatizante de uno u otro partido político y por ende la ciudadanía depositaba cierta confianza en la institucionalidad que a su vez era una fuente de cohesión  en el marco de una democracia, creando la idea de un mismo cuerpo, de una sola nación [6] No obstante a la luz del siglo XXI, el bipartidismo perdió su lugar hegemónico. 

En este nuevo siglo es más difícil determinar que está permitiendo la idea de una comunidad imaginada[7], más cuando este proceso de integración o afirmación de una simbólica nacional ha tenido diversos hincapiés. Proceso explicado en parte, como  consecuencia del olvido y la escasa o nula consciencia del pasado y también de la ausencia de un discurso hacía futuro como referente de acción[8]. En efecto, este sigue siendo  un problema sustancial del estado-nación colombiano para lo cual estudiar los acontecimientos de la última década puede brindar algunas pistas, más en un escenario de transición, de una lógica de gobernanza centrada en la guerra hacía una lógica de la paz.

La constitución de 1991 estableció en principio una nueva concepción como República: democrática, participativa y pluralista, respetuosa de la dignidad humana, referentes ético-políticos deseables en el marco de una sociedad libre, justa y equitativa. Este nuevo horizonte tenía un papel prometedor para lograr la superación de la exclusión económica política y social como condicionantes estructurantes de las realidades nacionales. No obstante, la concreción política de esta constitución fue obstaculizada por la violencia que se agudizadaría durante esta misma década.

Paralelamente con la apertura económica en el gobierno de César Gaviria Trujillo en 1990 las reformas económicas  conllevarían a la implementación de un régimen neoliberal contraproducente a los planteamientos de un estado social de derecho.  Mientras en éste  los derechos humanos estaban como una aspiración fundamental de la sociedad  las reformas económicas consolidaban todo un cuerpo jurídico y político en  el que el mercado y el crecimiento económico eran las columnas que edificarían la prosperidad de la nación.  De algún modo la emergencia de un nuevo pacto como sociedad fue limitada tanto por las atrocidades de los actores armados en disputa como también por una serie de reformas laborales, educativas, tributarias, sociales y fiscales que estimulaban el ascenso de una narrativa del desarrollo por vía del crecimiento económico. En dicho contexto y sumado a la escasa movilización social el resultado fue un Estado Social de Derecho con existencia de papel.

Las negociaciones por la Paz, hacía un nuevo porvenir.

En el año 2016,  casi tres décadas después de aprobarse la constitución de 1991 los acuerdos de paz significaron un retorno a los elementos vertebrales de la Carta Magna.  Estos acuerdos además de poner fin a la guerra y buscar verdad, justicia y reparación para las víctimas, también aumentaron la participación política, consolidando más garantías a los partidos de oposición, promovieron la implementación de una política de desarrollo agrario integral y finalmente introdujeron ciertos mecanismos en la lucha contra el Narcotráfico.

La desmovilización de la FARC fue sin lugar a duda, el acontecimiento más destacable de la última década en términos de superar  las divergencias políticas sin medios violentos. Este hecho como afirmé anteriormente abrió un espectro a favor de la reestructuración del poder en el país y la reactivación de una variedad de movimientos sociales pero paralelamente movilizó ciertos actores que medirían su capital político en una confrontación directa contra  las negociaciones en la habana.

La búsqueda de la paz como salida al conflicto armado creó las condiciones más oportunas para la  polarización de la sociedad colombiana. No como resultado de un proceso aleatorio sino como modus operandis de determinados actores políticos que para afianzar su poder tanto en la opinión pública como  en diferentes ámbitos de la sociedad civil emplearon una guerra mediática. Los dispositivos retóricos fueron centrales en esta conquista, utilizando las potencialidades de los medios de comunicación y las redes sociales por los cuales circularían terabytes de información carente de veracidad, tergiversada e impregnada de consignas que despertaban la indignación de miles de ciudadanos frente a los acuerdo de paz. Entre las acusaciones que se llevaron a cabo estaban la supuesta impunidad de los actores armados, los beneficios económicos que estos recibirían, la entrega del país a Timochenco y por último la transición hacia un modelo económico similar al de Cuba y el de Venezuela.[9]

Es bajo este contexto de desinformación y pánico generalizado que en el plebiscito por la paz el NO se impone sobre el SI. Noticia que dejó en un gran desconcierto al mundo entero dado la incertidumbre que causaba después de cuatro años de negociación. Esto conllevó a que dichos actores políticos abanderados en el discurso contra los acuerdos tuvieran un mayor nivel de respaldo popular al sentirse los representantes de tal iniciativa y en tal condición lograron modificar algunos elementos de los acuerdos paradójicamente apoyando que si fueran firmados. Si bien, en su momento, el temor más grande era que todo esto terminará en el regreso de las FARC a las armas, el respaldo de organizaciones internacionales, países acompañantes, movimientos sociales nacionales, la academia, la red de víctimas, los líderes y lideresas, el mismo presidente y los partidos políticos articulados por esta causa no lo permitieron. Finalmente los acuerdos fueron firmados el 24 de Noviembre del 2016.

El Estado Colombiano en el marco del posconflicto.

Otro de los acontecimientos más importantes en la configuración de la política nacional son las elecciones presidenciales del 2018. Estas fueron sumamente importantes puesto que allí se determinaría el enfoque del estado en los años venideros. Los programas políticos que lograron llegar a segunda vuelta fueron completamente antagónicos. Uno era la continuidad en términos del modelo económico cimentado desde la década de los 90´s urgido de culminar determinadas reformas tributarias que permitieran la liquidez del estado y la consolidación de un régimen fiscal que garantizara la inversión extranjera haciendo del extractivismo el principal pilar del desarrollo económico. El otro programa político presentaba crucialmente un conjunto de rupturas con este modelo de desarrollo y también un respaldo a los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC.

A pesar de las particularidades de cada programa y sus antagonismos no fue esta circunstancia lo que movilizó la ciudadanía a orientarse por una u otra propuesta. Durante la carrera por la presidencia lo que si fue un factor dinamizador fueron los discursos de odio y terror que al mismo estilo del plebiscito por la paz volvieron a colocarse en el centro del debate público. La utilización indiscriminada de una retórica en contra del candidato a favor de los acuerdos de paz a través de diversos medios de comunicación incluyendo las redes sociales exacerbó una población hacia un sentimiento de confusión e incertidumbre, dominio emocional desde el cual el actual gobierno Centro Democrático y su bancada se presentaron como un refugio de estabilidad económica, política y social.

Pese a este escenario tan turbio para el candidato de la Gran Coalición por la Paz floreció  un intenso activismo político en medio de una agitada y articulada convergencia de movimientos sociales por la paz, la educación, el medio ambiente, con organizaciones indígenas, afrodescendientes, campesinas, obreras e incluso empresariales. La apuesta central estaba alrededor de una  narrativa del cambio y de transformación como también de oposición frente a una posible gobernanza por parte del Centro Democrático.

Miles de simpatizantes de la Gran Coalición por la Paz se congregaron en la  plaza pública tal como ocurrió con destacados dirigentes durante el siglo XX[10].  Estas  eran congregaciones   de diferentes banderas políticas tradicionales y alternativas, de partidos exterminados y otros emergentes. Lo más particular, fue también el papel de prestigiosos académicos que exponían su reputación respaldando dicha coalición[11]. Sin olvidar también columnistas, artistas y otras figuras que utilizaron su influencia en la opinión pública para dar su respaldo al entonces candidato presidencial Gustavo Petro representante de este movimiento.  

El acontecimiento más determinante en estas elecciones fue sin lugar a dudar la crisis social, económica y política en Venezuela. Diariamente se proyectó en televisión y en redes sociales dicho estado de inestabilidad de la nación vecina, esto sumado a la masiva migración hacía Colombia, principal país receptor de migrantes, aumentando la percepción de incertidumbre y desconfianza con todo aquello que tuviera una afinidad con aquel modelo político-económico. Es justamente la frase “nos volverán como Venezuela”  el logo de la campaña que daría el suficiente oxígeno al programa político de los detractores de las negociaciones de paz y ahora aspirantes a la presidencia. Este programa a pesar de estar completamente desincronizado con las  urgencias políticas, sociales, ambientales y económicas demandadas por el grueso de la población logró sumar también amplios sectores de la ciudadanía.

En otras palabras, aunque este gobierno no prometía tener soluciones estructurales a las problemáticas internas, como tampoco  ofrecía un marco hacía futuro de progreso social, brindaba una garantía de no hacer de Colombia un escenario semejante al del país vecino. Esta propaganda política operó como un dispositivo retórico muy potente para garantizar la victoria de la coalición Gran Alianza  por Colombia que tendría como candidato al exsenador del centro democrático Iván Duque con un total de 53.9% del escrutinio contra un 41.8% del candidato contrincante.[12]

Gobernar contracorriente.

A finales del 2018 el nuevo gobierno en medio de un ambiente de polarización política inédita, en medio de escándalos políticos y sobre todo en un ambiente de angustia por sus retóricas alrededor de los grupos insurgentes como el problema fundamental de la nación, este gobierno asumía el direccionamiento del Estado.

El cumplimento de los acuerdos conllevó a la creación  de toda una institucionalidad alrededor de la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas entre las cuales se destaca la CEV y La JEP. Esta última  en el ojo del huracán dado que tiene la potestad de generar reducción de penas para los actores implicados en el conflicto armado tanto exguerrilleros de las FARC-EP como miembros de la fuerza pública y otros agentes del Estado a cambio de verdad[13]. Es justamente este último hecho lo que la convierte en un blanco de ataque del partido centro democrático desde antes  y durante su gobernanza[14], dado que mucha de la información que allí sea revelada podría implicar una verdad  relacionada con la responsabilidad de actores del estado en la profundización del conflicto civil, los genocidios y demás atrocidades negados por dichos actores.

En consecuencia atravesando la nación un nuevo escenario de posconflicto y desescalonamiento de la violencia,  este nuevo gobierno representaba  la incredulidad en las instituciones del estado por quienes las asumirían, actores políticos con irregularidades en sus expedientes, como también por sus abiertas posiciones en contra de los acuerdos de paz entre el Estado y las FARC.

   

Paro Nacional 19 de Noviembre 2019

Al cabo del primer año de gobierno la amenaza de “convertirnos como Venezuela” fue relegada a un último plano y a primer plano pasaron toda una serie de sucesos deficitarios en términos de derechos humanos como los sistemáticos asesinatos de líderes sociales[15],  la presunta involucración de la Fiscalía General de la Nación dirigida por Néstor Humberto Martínez en casos de corrupción, al asesinato de ocho menores de edad en un bombardeo contra disidencia de las FARC por el ministro de defensa Guillermo Botero, la intencionalidad de introducir el Fracking y finalmente la idea de llevar a cabo la reforma pensional. Estos fueron desencadenantes claves del Paro Nacional el 19 de noviembre del 2019.

El Paro Nacional fue una gran manifestación social convocada por distintos sectores de la sociedad colombiana como: los estudiantes universitarios, la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Confederación de Pensionados y el Congreso de los Pueblos en contra de la gobernanza de Iván Duque. Este movimiento fue creciendo vertiginosamente hasta congregar: campesinos, mujeres, indígenas, afrodescendientes y partidos opositores de dicho Gobierno[16].

Un paro nacional de esta dimensión no se conocía desde el 14 de septiembre de 1977 que fue el primer paro cívico nacional, convocado por cuatro centrales obreras del país: UTC, CTC, CGT y CSTC. A diferencia de aquel paro de cuatro décadas atrás este logró mantenerse por más dos meses y articuló las principales ciudades del país.

La naturaleza de este paro no fue espontánea, al modo de una protesta social detonada por un acontecimiento particular; más bien fue resultado de una estructura de oportunidades políticas[17], pero también fue producto de una serie de conquistas democráticas concretadas paulatinamente durante la última década como los mismos acuerdos de paz, -el estatutos de oposición, una mayor participación en el senado y en la cámara de representantes de partidos alternativos- conquistas en un alto riesgo de perderse tras las desacertadas decisiones del gobierno;  también fue un hecho crucial en el mes de octubre la derrota del uribismo en las ocho principales alcaldías y gobernaciones del país[18].  Justamente, este último acontecimiento del 2019 es un hecho esperanzador dado que redefine un escenario de contra hegemonía entre el centro de poder (la presidencia) cooptada por el uribismo y los territorios  locales gobernados por partidos con un carácter divergente al del gobierno.  

Otro aliciente para que tuviera tal magnitud el paro del 19N en Colombia tuvo que ver con el contexto regional en América Latina con países como Ecuador,  Chile y Bolivia donde las movilizaciones también fueron de escala masiva y nacional. En el fondo estas protestas tenían una profundad inconformidad con las reformas neoliberales llevadas a cabo durante las últimas décadas, especialmente en Chile y Ecuador dado que la situación de Bolivia tenía más relación con la destitución de Evo Morales sin garantías jurídicas.

Ante este escenario de politización de la ciudadanía en Colombia frente al asesinato de líderes sociales,  a la concreción de reformas tributarias y pensionales, por la defensa de las instituciones surgidas con los acuerdos de paz y la defensa de los territorios la respuesta desde la bancada del gobierno fue la acusación de que estas movilizaciones serían una jugada política del foro de Sao Paulo para desestabilizar las democracias en América Latina.  Dicho desplazamiento de la responsabilidad y omisión de las inconformidades de la ciudadanía apelando a la explicación del orden interno por acciones conspirativas provenientes de Venezuela y el ALBA fue también una estrategia retórica utilizada en gobiernos derechistas de Brasil y  Chile[19]  A pesar de que se hicieran estas acusaciones que efectivamente tienen eco en amplio sectores de la población, la movilización en Colombia se mantuvo hasta el año siguiente.

Nuevo año nuevas encrucijadas.

El presente año 2020  trajo un problema de escala planetaria que demandó acciones radicales como el confinamiento. La pandemia producto de la propagación del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 en todos los continentes del mundo monopolizó la atención pública nacional e internacional[20], dejando en un segundo plano las diversas problemáticas internas de los  diferentes países del mundo.

Colombia no fue la excepción, el estado y la sociedad ante esta amenaza externa debieron enfocarse en la superación de esta pandemia. El gran sacrificado en este contexto fue el mercado, dado que en un alto porcentaje se detuvieron las dinámicas económicas. Por primera vez en muchas décadas la prioridad de la vida subordinó la imperante necesidad de crecimiento económico y productividad. No obstante, a pesar de los esfuerzos sumados desde los gobiernos locales, departamentales y la presidencia durante este año no han parado de ser asesinados líderes sociales y desmovilizados de las FARC[21].

Conclusiones inconcluyentes.

Determinar el enfoque del estado en Colombia es un hecho de gran incertidumbre que en la coyuntura actual está condicionado por un contexto global en una situación pandémica dado el alcance del coronavirus SARS-CoV-2. Bajo este escenario, la promoción de una vertebración de la sociedad alrededor de la vida y la  paz podría operar como dimensiones centrales para la concertación y convergencia de bandos políticos antagónicos mitigando así la alta polarización política del país.

La constitución del 1991 a pesar de ser la Carta Magna de la nación desde hace tres décadas todavía sigue sin ser explotada en el buen uso de la palabra. Es decir, no se le ha otorgado el lugar que debería tener, más cuando en ella están consignados los derechos fundamentales de la ciudadanía tan atropellada por el conflicto civil como también por el modelo económico afianzado en el país con los últimos gobiernos desde la apertura económica.

En un escenario de posconflicto el renacer de los movimientos sociales  es clave como expresión de malestar frente a las enormes injusticias y arbitrariedades que han operado históricamente contra la población civil, especialmente, las que han sido afectadas de múltiples formas por la pobreza estructural y por el conflicto armado. Ante este escenario es vital para la democracia, la emergencia de nuevas luchas sociales articuladas en movimientos por el medio ambiente, el cuidado de los parques nacionales, los páramos, las montañas y los territorios de vida.

Estas luchas no son aisladas. Sin lugar a duda se dan en espacios geográficos diferenciados, con circunstancias económicas heterogéneas, convergen en propósitos nacionales comunes, defendidos en las últimas décadas por las organizaciones sociales de trabajadores, indígenas, docentes, afrodescendientes, estudiantes, mujeres y campesinos que infortunadamente fueron invisibilidades por el fuego de las armas.

A manera de pensarse la simbólica nacional en Colombia, como esa dimensión inconclusa de un estado-nación moderno, es un hecho fehaciente que posterior al bipartidismo, la sociedad demostró una gran inclinación por la política de la seguridad democrática como respuesta a un estado de pérdida del dominio sobre el territorio. El éxito de esta política es que significaba colocar todo en orden, lo que resultó muy popular al recibir respaldo de amplios sectores de la sociedad. Con el fantasma de las FARC siempre presente todos los esfuerzos militares que conllevaran a su exterminio eran aplaudidos así la guerra contra la pobreza estructural se estuviera perdiendo. No obstante después de los acuerdos de paz, esta fuerza política que es hoy el uribismo es anacrónica para movilizar a la ciudadanía alrededor de un proyecto común, tanto así, que en las elecciones de las autoridades territoriales perdieron las ciudades y los departamentos principales.

Finalmente vale la pena preguntarse ¿Qué reclama la ciudadanía en este escenario de posconflicto? ¿Cuáles son las nuevas  narrativas sobre las cuáles convergerán los movimientos sociales? ¿Cómo desmovilizar una bancada política que galopa desde el discurso de la negación? ¿Qué sucederá con las instituciones del estado en medio de una politización sínica y desproporcionada? Y finalmente ¿Cuál es el papel de los movimientos sociales frente a esta crisis de institucionalidad?  

 

Referencias Bibliográficas.

ü  Anderson, B. (1996). La comunidad imaginada. Debate Feminista, 13, 100-103.

ü  Bobbio, N., Bovero, M., de Cabo, A., & Pisarello, G. (2003). Teoría general de la política. Madrid: Trotta.

ü  Gomez-Suarez, A. (2016). El Triunfo del NO: la paradoja emocional detrás del plebiscito. Icono.

ü  Gonzáles, Fernán, poder y violencia en Colombia, capítulo 1. Aproximaciones al estudio del Estado en Colombia: conflicto armado, ilegalidad y narcotráfico. Bogotá, Cinep, pp. 39-81.

ü  Lefort, C. (2013). La imagen del cuerpo y el totalitarismo. Revista de filosofía, política, arte y cultura, 17.

ü  Pécaut, D. (1910). Simbólica nacional, liberalismo y violencias. MT Calderón, & I. Restrepo, Colombia2010.

ü  Pécaut, D. (2004). Memoria imposible, historia imposible, olvido imposible. Memorias en conflicto. Aspectos de la violencia política contemporánea, 87-103.

ü  Tarrow, S. G. (2004). Power in movement. El poder en movimiento: los movimientos sociales, la acción colectiva y la política (No. Sirsi) i9788420641911).



[1] Estudiante de Maestría en sociología de la Universidad del Valle.  Artículo escrito para curso: Dinámicas de la sociedad colombiana a cargo de Alberto Valencia  el  15 de Junio del 2020.

 [2] El estado colombiano es de este modo el epicentro de lucha entre las elites  para reproducir no solamente la condición privilegiada de estas sobre el resto de la población, sino también para impulsar la configuración de un orden social de carácter liberal, esencialmente, en las esferas económicas, por ello, tanto liberales como conservadores coinciden en la búsqueda de modernización de la infraestructura y de las instituciones teniendo como referente las sociedades europeas.  Pécaut, D. (1910)

[3] Gonzáles, Fernán, poder y violencia en Colombia, capítulo 1. Aproximaciones al estudio del Estado en Colombia: conflicto armado, ilegalidad y narcotráfico. Bogotá, Cinep, pp. 39-81.

[4]  En cualquier caso para Weber “la fuerza debe ser legítima puesto que sólo un poder legítimo puede durar y sólo un poder durable y continuo puede constituir un Estado.  La continuidad del orden, pueden considerarse como el único fundamento de la legitimidad de ese ordenamiento según el principio de que el derecho nace del hecho, de modo que más allá de la barrera del orden normativo está el claro y simple hecho de que logre o no logre hacerse respetar; o bien que esa continuidad sea sencillamente la “condición” de validez, como sostiene Kel San, lo que mantiene la distinción entre legitimidad y efectividad, en contra con la doctrina realista del derecho, cuando las órdenes de los soberanos son habitualmente obedecidas, ello es señal de que los destinatarios de estas normas están convencidos de su legitimidad.” (Pág, 153) Bobbio, N., Bovero, M., de Cabo, A., & Pisarello, G. (2003).

[5] Pécaut, D. (1910). Simbólica nacional, liberalismo y violencias. MT Calderón, & I. Restrepo, Colombia, 2010.

[6] “A partir de la democracia y con ella se rehace así la figura del cuerpo. Es necesario precisarlo: lo que se rehace es totalmente diferente de lo que se había, en otra época deshecho. La imagen del cuerpo que impregnaba la sociedad monárquica se había construido sobre la figura del cuerpo de Cristo, en la cual se había investido el pensamiento de la división de los visible y lo invisible, el pensamiento del desdoblamiento de lo mortal y de lo inmortal, el pensamiento de la mediación, el pensamiento de un engendramiento que borraba  restablecía a la vez la diferencia entre lo engendrado y lo engendrante, el pensamiento de la unidad del cuerpo y de la distinción entre la cabeza y sus miembros”. Lefort, C. (2013).

[7] Es un concepto acuñado por Benedict Anderson que sostiene que una nación es una comunidad construida socialmente, es decir, imaginada por las personas que se perciben a sí mismas como parte de este grupo. Anderson, B. (1996)

[8]  Pécaut, D. (2004). Memoria imposible, historia imposible, olvido imposible. Memorias en conflicto. Aspectos de la violencia política contemporánea, 87-103.

[9] Gomez-Suarez, A. (2016). El Triunfo del NO: la paradoja emocional detrás del plebiscito. Icono.

[11] Puede leer “Estos son los nuevos apoyos que suman Petro y Duque” https://caracol.com.co/radio/2018/06/13/politica/1528847652_745201.html

[12] Pueden analizar los resultados en la página de la registraduria https://www.registraduria.gov.co/-Historico-de-Resultados,3635-.html

[14]  Para más información pueden leer artículo “Uribismo anuncia que radicará una nueva reforma a la JEP” tomado de  https://www.semana.com/nacion/articulo/uribismo-anuncia-que-radicara-una-nueva-reforma-a-la-jep/674265 el 10 de jun. de 20

[15]  “Se calcula que luego de la firma de paz han sido asesinados más de 700 líderes y unos 130 excombatientes. En 2019 se estima que la cifra supera los 90 casos de líderes, entre los que se encuentran el asesinato de María Pilar Hurtado en Tierralta, Córdoba, al frente de uno de sus hijos”. Pueden consultar más información en https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/las-noticias-mas-importantes-de-colombia-en-2019-443820

[17] El planteamiento principal según Tarrow es que la gente se suma a los movimientos sociales como respuesta a las oportunidades políticas, y a continuación crea otras nuevas a través de la acción colectiva. “Al hablar de estructura de las oportunidades políticas, me refiero a dimensiones consistentes —aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales— del entorno político, que fomentan o desincentivan la acción colectiva entre la gente…Las estructuras del Estado crean oportunidades estables, pero son las oportunidades cambiantes en el seno de los Estados las que ofrecen las oportunidades que los interlocutores pobres en recursos pueden emplear para crear nuevos movimientos”. Tarrow, S. G. (2004).

[19] Pueden consultar “Paro nacional en Colombia: por qué la protesta del 21 de noviembre genera tanta tensión” tomado de  https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50483298 11 de jun. de 20

[20] “El nuevo coronavirus SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad conocida como Covid-19, ha infectado a más de 7,9 millones de personas en todo el mundo, mientras que la cifra global de decesos supera los 434.000 y la de los recuperados, los 3,7 millones de personas” tomado de https://www.rtve.es/noticias/20200615/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml

[21] Consultar “Colombia: Ya van 100 líderes sociales asesinados en 2020, según ONG”https://www.dw.com/es/colombia-ya-van-100-l%C3%ADderes-sociales-asesinados-en-2020-seg%C3%BAn-ong/a-53474237 11 de jun. de 20