El
espíritu del capitalismo: Volviendo a su génesis.
“El capitalismo es, en muchos aspectos, un sistema
absurdo: los asalariados pierden en el la propiedad sobre el resultado de su
trabajo y la posibilidad de llevar a cabo una vida activa más allá de la
subordinación. En cuanto a los capitalistas, se encuentran encadenados a un
proceso insaciable, totalmente abstracto y disociado de la satisfacción de
necesidades de consumo, aunque sean de lujo”. Luc Boltanski & Ève Chiapello
(2002)
El propósito del
texto no es la de hacer una historia de
la economía-mundo capitalista al estilo de Inmanuel Wallerstein, donde la
descripción de este proceso produce la sensación de haberse producido una
escisión entre la historia del capitalismo con la voluntad humana. Más bien al
modo Weberiano y siguiendo los autores Luc Boltanski y Ève Chiapello se
pretende
reconciliar el papel activo de quienes hacen la historia, no desde una posición
cualquiera sino al interior de un orden que existe, en tanto lo anima un
espíritu, una visión compartida de
quienes coexisten dentro sus lógicas.
Una mirada al
pasado hace posible encontrar una lógica, una secuencia, un orden de cosas en
medio de la turbulencia de las realidades globales que operan en vías
cohesionadas y contradictorias, son
productoras y producidas. Esta
mirada podría vincularse con la perspectiva del sistema-mundo espacio temporal
que va del siglo SXV al siglo XXI, donde las diferentes unidades
político-culturales florecidas desde milenios atrás en los diferentes
continentes del mundo, son ahora parte de un tejido global y la acumulación de
capital es el combustible esencial de esta gran maquina económica. En esta
temporalidad habría que pensar en los inicios de este sistema social cual fue
el gran espíritu que hizo posible la legitimidad del capitalismo por encima de
otros sistemas sociales existentes.
A mi modo de ver, este es
el interrogante central de los autores ¿cómo se hace legítimo un sistema donde
se acepta la realización de una vida en el marco de la subordinación pero al
mismo tiempo quienes detentan los excedentes quedan atrapados en una idea
abstracta, donde no hay un goce pleno de la riqueza acumulada sino por el
contrario en la acumulación por la acumulación?
Considero que es
importante pensar una vez más en el contexto en el que surge esta racionalidad
y de este modo describir los horizontes axiológicos-normativos sobre los cuales
se fundó el proyecto de sociedad burgués, en el que fue defendido a ultranza la
posibilidad de una vida democrática y ello solo era posible bajo una forma de
organización de corte liberal. En este contexto nació la primera gran
justificación, afirmación acuñada por Luc Boltanski & Ève Chiapello “El espíritu
del capitalismo debe responder a una exigencia de autojustificacion, sobre todo
para poder resistir a la crítica anticapitalista, lo que implica un recurso a
convenciones de validez universal en cuanto a lo que es justo e injusto”.
El capitalismo emerge
entre discursos que propugnaban con gran entusiasmo la realización de la
especie humana, apoyados de un contexto industrial donde las nuevas
invenciones, el conocimiento de la physis, el cosmos, los seres vivos, el
planeta tierra, la economía, y la expansión
del mercado se hicieron deseables. Se fundó en la era de las revoluciones
modernas, donde las grandes transformaciones gestan la promesa de cimentar una
nueva sociedad apoyado del movimiento ilustrado, marcado por un escepticismo
religioso, un importante y revolucionario avance de la ciencia y una confianza
ilimitada en el progreso en oposición a la tradición. La razón como la única
manera de alcanzar el progreso y la felicidad humana.
Proyecto abanderado por
los ilustrados franceses: Igualdad, libertad y justicia y de los ingleses que
defendían con acérrimo el libre comercio, la lucha contra los monopolios, la disminución
del poder de estados absolutistas, la producción en masa de bienes de consumo, el
desarrollo de tecnologías que hicieran más fácil la vida humana. Esta gran
sacudida que vive la sociedad europea, contagia al resto del mundo[2], y a la merced del mercado
las nuevas naciones de los demás continentes se insertan en esta dinámica
aceptando una relación desigual de intercambio de materias primas a cambio de
inversiones orientadas a la tecnificación de las prácticas de explotación y al
mejoramiento de las infraestructuras para la circulación de las mismas. En este escenario mundial la bifurcación entre
lo deseado y lo conseguido se hace casi que irreconciliable. De un lado un desarrollo
industrial sin precedentes y por otro lado la profundización de la desigualdad
y el empobrecimiento de la población tanto en los países del centro como en los
países de la periferia. Millares de seres humanos en todo el mundo inmersos en
estructuras de opresión, utilizados para la expansión del ferrocarril, para la
construcción de túneles en lugares con condiciones extremas de calor y humedad[3]. La migración de las masas
hacía las metrópolis y posteriormente inmersas en la indigencia, la
contaminación, la instrumentalización de la vida para la productividad
industrial. Es en este escenario donde la indignación tiene su momento cúspide,
un malestar de diversas fuentes hacía la modernidad, que terminaría a mi modo
de ver produciendo la primera gran crítica social hacía el capitalismo alimentada
por las utopías literarias donde la realización humana sólo era posible en un
mundo que adoptara el socialismo como modo de organización. La búsqueda de una
nueva sociedad no sólo fue un horizonte a conquistar finalizando el siglo XIX y
durante todo el siglo XX sino que también se convirtió en el escenario que
abrió posibilidades de consolidación del sistema-mundo capitalista.
Ante la emergencia de
otra alternativa social, política y económica brindada por el socialismo[4] el mundo-capitalista se vio obligado a
reorientar sus síntomas destructivos, principalmente durante la guerra fría adoptó
como parte de su lógica ciertas reivindicaciones obreras, la inserción de
nuevos actores a las dinámicas del mundo laboral. La fundación de
organizaciones mundiales que promovieron horizontes de paz y estabilidad
construidos sobre la base de los derechos humanos. Este modo de organización
que se presenta como un monstruo indomable, que ha conllevando a la erosión de
vínculos simbólicos por prácticas de compra y venta, a la extracción de enormes
cantidades de minerales y materias primas a consta de la vida eco sistémica y
del bienestar de los seres vivos, parece tener consciencia de sí, sobreviviendo
a sus propias crisis mediante la absorción de la crítica y la reorientación de
su rumbo. El capitalismo que existe hoy parece devolverse en sí mismo.
“Si
el capitalismo no solo ha sobrevivido –contra todos los pronósticos de quienes
habían anunciado regularmente su hundimiento–, sino que tampoco ha dejado de
extender su imperio, se debe a que ha podido apoyarse en un cierto número de
representaciones –susceptibles de guiar la acción– y de justificaciones
compartidas, que han hecho de él, un orden aceptable e incluso deseable, el
único posible o, al menos, el mejor de los órdenes posibles” Luc Boltanski
& Ève Chiapello (2002)
Después de haber abordado
algunos aspectos de los inicios del capitalismo, considero al igual que los
autores que el desarrollo material y sus lógicas de ordenamientos de colectivos
humanos además de deslindarse de repertorios morales, ha necesitado un horizonte
ideológico, unos referentes de acción, que han sido acompañado de procesos
convergentes como la configuración del Estado Nación y la consolidación de
Repúblicas democráticas. No obstante, la
preocupación de los autores está más enfocada hacía la descripción de tres
momentos insignias del orden capitalista.
La primera descripción a
finales del siglo XIX en la que se destacan, la figura de hombres
emprendedores, heroicos con gallardía para afrontar lo novedoso, el riesgo y la
innovación. Esto a la par de una suerte
de emancipación de comunidades locales
que conlleva a un escape de las formas tradiciones de dependencia personal. La
identidad ya no descansa en un grupo humano donde pasa la mayor parte de su
vida sino en la búsqueda continua de nuevas experiencias.
El segundo momento
descrito corresponde entre la década de 1930 y 1960, donde lo importante deja
de ser el emprendedor en tanto actor individual y pasa a ser su capacidad de
hacer organización, la creación de empresa y la burocratización de la misma
orientada a crecer sin límite alguno, en una economía de escala para lo cual es
vital la racionalización del trabajo, la extensión de los mercados y la
estandarización de los productos. El
costo de este segundo momento era también la desprotección de los obreros en
términos de vacaciones, viviendas y providencia seguridad. Nuevas servidumbres donde
la racionalidad del trabajo a través de mecanismos de disciplinamiento regulaba
hasta el más frágil de movimientos en una cadena de montaje inflexible, con
horarios extensivos e intensos, los modelos icónicos de la época fueron el taylorismo
y el fordismo.
El tercer espíritu del
capitalismo es descrito por los autores como isomorfo, que se sirve de nuevas tecnologías.
“El grande de esta ciudad de ser polivalente y no
encerrarse en ninguna especialidad, pero ha de disponer a la vez de una
competencia específica que ofrecer, sin la cual correría el riesgo de pasar
desapercibido; ha de tener acceso a recursos, pero sin dejarse atrapar por esos
recursos en los que se apoya para no perder la posibilidad de establecer nuevas
conexiones; ha de ser capaz de un compromiso total con un proyecto conservando
a la vez la suficiente disponibilidad como para integrarse en otro. Debe ser
capaz con la misma destreza de desembarazarse, de desliarse, de recuperar la
libertad para comprometerse en una nueva relación, un nuevo proyecto, más
actual y beneficios. En definitiva, tiene que inspirar confianza, lo que
implica un respeto de los compromiso, pero a la vez el oportunismo necesario
ido para desplazar sus vínculos, dependiendo del carácter más o menos provechos
de las conexiones que se le presenten”. P 585.
Se ofrece la experiencia
de la libertad, materializada a su vez
en la experiencia del viaje, del acceso a nuevas tecnología, nuevos mundos, hay
un rechazo a ser parte de, investirse bajo una y otra identidad localizada, este
espíritu conlleva a una permanente fascinación en un mundo que va mejorando en
tanto las tecnologías lo hacen posible, como también hace real la
espectacularización de toda manifestación vital con el objetivo de convertirla
en mercancía. Es la sospecha de un
simulacro generalizado, la mercantilización de todo, incluidos los más
aparentemente nobles y desinteresados sentimientos, forma parte en efecto, de
nuestra condición contemporánea. Bajo la supuesta libertad lo que se esconde es
un régimen, una disciplina. Es el caso
del contrato por prestación de servicios que ofrece la no subordinación como
forma de empleabilidad, renunciando a las
seguridades sociales que podía ofrecer un contrato laboral donde la
subordinación si es explicita. La ciudad por proyectos, invita a establecer
relaciones sin apegos, desprenderse de un proyecto y estar preparado para uno
siguiente, el cambio es lo único permanente. Eufemismos de todo tipo, ya no es el director
sino el líder, no son los obreros sino los colaboradores. Una retórica servil
en el que la supuesta solidaridad demandada por el proyecto camufla la inestabilidad
real del sujeto asalariado, conducido a un trabajo mucho más desproporcionado,
de ello depende su éxito o fracaso, dualidad crucial en la que se ven
enfrentados.
A modo de conclusión, pienso
que la posibilidad de identificar los espíritus del capitalismo desde la óptica
de una historia que se gesta sin ser consecuencia directa del orden económico,
concibiendo las instancias ideológicas de la vida humana, como un escenario de
por sí, propiciador de significados de las acciones de los individuos, donde ellos
no solamente padecen sus efectos sino que participan activamente en su
producción, es una mirada que permite entender la complejidad de la era moderna
y el rol que ha desempeñado la actividad crítica. En esta vía es importante
distinguir entre la crítica social y la crítica artista sus posibilidades y sus
limitaciones, son letales para interpelar ese universo de significados
legitimados. Es en principio esta condición la urgencia de la crítica, como
respuesta a ese abismo entre los horizontes de significación de los actores con
las prácticas reales y los efectos de estas en el desarrollo de sus propias
trayectorias.
Bibliografía.
Boltanski, Luc; Chiapello, Ève (2002): “Introducción
general: Del espíritu del capitalismo y del papel de la crítica”. En: El
nuevo espíritu del capitalismo. Madrid: Ediciones Akal.
Wallerstein,
Immanuel (2013): “Orígenes históricos del análisis de sistemas – mundo: de las
disciplinas de las ciencias sociales a las ciencias sociales históricas”. En:
Immanuel Wallerstein, Análisis de sistemas – mundo, una introducción. México:
Siglo XXI Editores. Págs. 9-39.
Elliott,
J. (1997) “El viejo mundo y el Nuevo (1492-1650)” edit. Alianza editorial,
Madrid, traductor, Rafael Sánchez.
[1]
Estudiante de maestría en sociología de la universidad del valle. Código
201903127.
[2]
Nadie
quiso estar por fuera de este de las mieles del progreso, la lucha a muerte por
hombres ilustrados de las elites criollas, se fundaban en esta premisa. La independencia ¿para qué? No era únicamente
en el caso americano de sacudirse del yugo Español, después de lograr este
objetivo su máxima preocupación fue la implementación de una serie de reformas
en ámbitos educativos, económicos, religiosos, arquitectónicos y tecnológicos
disponiendo de enormes capitales conseguidos a través de empréstitos con las
potencias del siglo XIX para lograr así desarrollar una infraestructura que les
permitiera integral los territorios para integrar el mercado. Producir a gran
escala las materias primas demandadas por las grandes potencias: (minerales,
azúcar, algodón, cereales, café, frutas, especias)
[3]
“De esta manera, la concentración contribuyó a
incrementar la acumulación de capital de diversas maneras sin embargo, el
problema del suministro de capital en los periodos que procedieron a la
revolución industrial, fue doble. Por un lado, la industrialización requería
probablemente una acumulación preliminar de capital mucho mayor que la que el
siglo XVI podía obtener. Por otra parte, requería inversión en los lugares
adecuados, donde se aumentaba la capacidad productiva. La concentración –es
decir, la creciente distribución desigual de la riqueza en los distintos países
aumenta casi automáticamente la capacidad acumulativa, pero no en aquellos
lugares donde la crisis provocó un empobrecimiento general. Además, como
veremos más adelante, la concentración en favor de las economías marítimas con
su nuevo mecanismo, sumamente eficaz para la acumulación de capital (obtenido,
por ejemplo, por las empresas comerciales en el extranjero y en las colonias),
sentó las bases para una acumulación acelerada, semejante a la que encontramos
en el siglo SXVIII”. Elliott, J. (1997)
[4] No
obstante, como experiencia social, el sistema socialista promovido desde la
Unión Soviética término replicando el proyecto de la modernidad, el desarrollo
científico cimentado desde una lógica de acumulación de capital que si bien no
se amparaba sobre el mercado si lo hacía utilizando métodos de desproporcionada
opresión sobre el conjunto de la población. Esta experiencia que termina en el año
1989 con la caída del muro de Berlín deja en ruinas también el modelo
socialista como horizonte de búsqueda de la realización humana.
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