viernes, 11 de octubre de 2019

El espíritu del capitalismo: Volviendo a su génesis.

El espíritu del capitalismo: Volviendo a su génesis.
Andrés Felipe Ramírez Arcila[1]

“El capitalismo es, en muchos aspectos, un sistema absurdo: los asalariados pierden en el la propiedad sobre el resultado de su trabajo y la posibilidad de llevar a cabo una vida activa más allá de la subordinación. En cuanto a los capitalistas, se encuentran encadenados a un proceso insaciable, totalmente abstracto y disociado de la satisfacción de necesidades de consumo, aunque sean de lujo”. Luc Boltanski & Ève Chiapello (2002)

El propósito del texto  no es la de hacer una historia de la economía-mundo capitalista al estilo de Inmanuel Wallerstein, donde la descripción de este proceso produce la sensación de haberse producido una escisión entre la historia del capitalismo con la voluntad humana. Más bien al modo Weberiano y siguiendo los autores Luc Boltanski y Ève Chiapello se pretende reconciliar el papel activo de quienes hacen la historia, no desde una posición cualquiera sino al interior de un orden que existe, en tanto lo anima un espíritu,  una visión compartida de quienes coexisten dentro sus lógicas.

Una mirada al pasado hace posible encontrar una lógica, una secuencia, un orden de cosas en medio de la turbulencia de las realidades globales que operan en vías cohesionadas y contradictorias, son  productoras y producidas.  Esta mirada podría vincularse con la perspectiva del sistema-mundo espacio temporal que va del siglo SXV al siglo XXI, donde las diferentes unidades político-culturales florecidas desde milenios atrás en los diferentes continentes del mundo, son ahora parte de un tejido global y la acumulación de capital es el combustible esencial de esta gran maquina económica. En esta temporalidad habría que pensar en los inicios de este sistema social cual fue el gran espíritu que hizo posible la legitimidad del capitalismo por encima de otros sistemas sociales existentes.

A mi modo de ver, este es el interrogante central de los autores ¿cómo se hace legítimo un sistema donde se acepta la realización de una vida en el marco de la subordinación pero al mismo tiempo quienes detentan los excedentes quedan atrapados en una idea abstracta, donde no hay un goce pleno de la riqueza acumulada sino por el contrario en la acumulación por la acumulación?

Considero que es importante pensar una vez más en el contexto en el que surge esta racionalidad y de este modo describir los horizontes axiológicos-normativos sobre los cuales se fundó el proyecto de sociedad burgués, en el que fue defendido a ultranza la posibilidad de una vida democrática y ello solo era posible bajo una forma de organización de corte liberal. En este contexto nació la primera gran justificación, afirmación acuñada por Luc Boltanski & Ève Chiapello “El espíritu del capitalismo debe responder a una exigencia de autojustificacion, sobre todo para poder resistir a la crítica anticapitalista, lo que implica un recurso a convenciones de validez universal en cuanto a lo que es justo e injusto”.

El capitalismo emerge entre discursos que propugnaban con gran entusiasmo la realización de la especie humana, apoyados de un contexto industrial donde las nuevas invenciones, el conocimiento de la physis, el cosmos, los seres vivos, el planeta tierra,  la economía, y la expansión del mercado se hicieron deseables. Se fundó en la era de las revoluciones modernas, donde las grandes transformaciones gestan la promesa de cimentar una nueva sociedad apoyado del movimiento ilustrado, marcado por un escepticismo religioso, un importante y revolucionario avance de la ciencia y una confianza ilimitada en el progreso en oposición a la tradición. La razón como la única manera de alcanzar el progreso y la felicidad humana.

Proyecto abanderado por los ilustrados franceses: Igualdad, libertad y justicia y de los ingleses que defendían con acérrimo el libre comercio, la lucha contra los monopolios, la disminución del poder de estados absolutistas, la producción en masa de bienes de consumo, el desarrollo de tecnologías que hicieran más fácil la vida humana. Esta gran sacudida que vive la sociedad europea, contagia al resto del mundo[2], y a la merced del mercado las nuevas naciones de los demás continentes se insertan en esta dinámica aceptando una relación desigual de intercambio de materias primas a cambio de inversiones orientadas a la tecnificación de las prácticas de explotación y al mejoramiento de las infraestructuras para la circulación de las mismas.  En este escenario mundial la bifurcación entre lo deseado y lo conseguido se hace casi que irreconciliable. De un lado un desarrollo industrial sin precedentes y por otro lado la profundización de la desigualdad y el empobrecimiento de la población tanto en los países del centro como en los países de la periferia. Millares de seres humanos en todo el mundo inmersos en estructuras de opresión, utilizados para la expansión del ferrocarril, para la construcción de túneles en lugares con condiciones extremas de calor y humedad[3]. La migración de las masas hacía las metrópolis y posteriormente inmersas en la indigencia, la contaminación, la instrumentalización de la vida para la productividad industrial. Es en este escenario donde la indignación tiene su momento cúspide, un malestar de diversas fuentes hacía la modernidad, que terminaría a mi modo de ver produciendo la primera gran crítica social hacía el capitalismo alimentada por las utopías literarias donde la realización humana sólo era posible en un mundo que adoptara el socialismo como modo de organización. La búsqueda de una nueva sociedad no sólo fue un horizonte a conquistar finalizando el siglo XIX y durante todo el siglo XX sino que también se convirtió en el escenario que abrió posibilidades de consolidación del sistema-mundo capitalista.

Ante la emergencia de otra alternativa social, política y económica brindada por el socialismo[4]  el mundo-capitalista se vio obligado a reorientar sus síntomas destructivos, principalmente durante la guerra fría adoptó como parte de su lógica ciertas reivindicaciones obreras, la inserción de nuevos actores a las dinámicas del mundo laboral. La fundación de organizaciones mundiales que promovieron horizontes de paz y estabilidad construidos sobre la base de los derechos humanos. Este modo de organización que se presenta como un monstruo indomable, que ha conllevando a la erosión de vínculos simbólicos por prácticas de compra y venta, a la extracción de enormes cantidades de minerales y materias primas a consta de la vida eco sistémica y del bienestar de los seres vivos, parece tener consciencia de sí, sobreviviendo a sus propias crisis mediante la absorción de la crítica y la reorientación de su rumbo. El capitalismo que existe hoy parece devolverse en sí mismo.

“Si el capitalismo no solo ha sobrevivido –contra todos los pronósticos de quienes habían anunciado regularmente su hundimiento–, sino que tampoco ha dejado de extender su imperio, se debe a que ha podido apoyarse en un cierto número de representaciones –susceptibles de guiar la acción– y de justificaciones compartidas, que han hecho de él, un orden aceptable e incluso deseable, el único posible o, al menos, el mejor de los órdenes posibles” Luc Boltanski & Ève Chiapello (2002)

Después de haber abordado algunos aspectos de los inicios del capitalismo, considero al igual que los autores que el desarrollo material y sus lógicas de ordenamientos de colectivos humanos además de deslindarse de repertorios morales, ha necesitado un horizonte ideológico, unos referentes de acción, que han sido acompañado de procesos convergentes como la configuración del Estado Nación y la consolidación de Repúblicas democráticas.  No obstante, la preocupación de los autores está más enfocada hacía la descripción de tres momentos insignias del orden capitalista.

La primera descripción a finales del siglo XIX en la que se destacan, la figura de hombres emprendedores, heroicos con gallardía para afrontar lo novedoso, el riesgo y la innovación.  Esto a la par de una suerte de  emancipación de comunidades locales que conlleva a un escape de las formas tradiciones de dependencia personal. La identidad ya no descansa en un grupo humano donde pasa la mayor parte de su vida sino en la búsqueda continua de nuevas experiencias.

El segundo momento descrito corresponde entre la década de 1930 y 1960, donde lo importante deja de ser el emprendedor en tanto actor individual y pasa a ser su capacidad de hacer organización, la creación de empresa y la burocratización de la misma orientada a crecer sin límite alguno, en una economía de escala para lo cual es vital la racionalización del trabajo, la extensión de los mercados y la estandarización de los productos.  El costo de este segundo momento era también la desprotección de los obreros en términos de vacaciones, viviendas y providencia seguridad. Nuevas servidumbres donde la racionalidad del trabajo a través de mecanismos de disciplinamiento regulaba hasta el más frágil de movimientos en una cadena de montaje inflexible, con horarios extensivos e intensos, los modelos icónicos de la época fueron el taylorismo y el fordismo.

El tercer espíritu del capitalismo es descrito por los autores como isomorfo, que se sirve de nuevas tecnologías. “El grande de esta ciudad de ser polivalente y no encerrarse en ninguna especialidad, pero ha de disponer a la vez de una competencia específica que ofrecer, sin la cual correría el riesgo de pasar desapercibido; ha de tener acceso a recursos, pero sin dejarse atrapar por esos recursos en los que se apoya para no perder la posibilidad de establecer nuevas conexiones; ha de ser capaz de un compromiso total con un proyecto conservando a la vez la suficiente disponibilidad como para integrarse en otro. Debe ser capaz con la misma destreza de desembarazarse, de desliarse, de recuperar la libertad para comprometerse en una nueva relación, un nuevo proyecto, más actual y beneficios. En definitiva, tiene que inspirar confianza, lo que implica un respeto de los compromiso, pero a la vez el oportunismo necesario ido para desplazar sus vínculos, dependiendo del carácter más o menos provechos de las conexiones que se le presenten”.  P 585.

Se ofrece la experiencia de la libertad,  materializada a su vez en la experiencia del viaje, del acceso a nuevas tecnología, nuevos mundos, hay un rechazo a ser parte de, investirse bajo una y otra identidad localizada, este espíritu conlleva a una permanente fascinación en un mundo que va mejorando en tanto las tecnologías lo hacen posible, como también hace real la espectacularización de toda manifestación vital con el objetivo de convertirla en mercancía.  Es la sospecha de un simulacro generalizado, la mercantilización de todo, incluidos los más aparentemente nobles y desinteresados sentimientos, forma parte en efecto, de nuestra condición contemporánea. Bajo la supuesta libertad lo que se esconde es un régimen, una disciplina.  Es el caso del contrato por prestación de servicios que ofrece la no subordinación como forma de empleabilidad,  renunciando a las seguridades sociales que podía ofrecer un contrato laboral donde la subordinación si es explicita. La ciudad por proyectos, invita a establecer relaciones sin apegos, desprenderse de un proyecto y estar preparado para uno siguiente, el cambio es lo único permanente.  Eufemismos de todo tipo, ya no es el director sino el líder, no son los obreros sino los colaboradores. Una retórica servil en el que la supuesta solidaridad demandada por el proyecto camufla la inestabilidad real del sujeto asalariado, conducido a un trabajo mucho más desproporcionado, de ello depende su éxito o fracaso, dualidad crucial en la que se ven enfrentados.

A modo de conclusión, pienso que la posibilidad de identificar los espíritus del capitalismo desde la óptica de una historia que se gesta sin ser consecuencia directa del orden económico, concibiendo las instancias ideológicas de la vida humana, como un escenario de por sí, propiciador de significados de las acciones de los individuos, donde ellos no solamente padecen sus efectos sino que participan activamente en su producción, es una mirada que permite entender la complejidad de la era moderna y el rol que ha desempeñado la actividad crítica. En esta vía es importante distinguir entre la crítica social y la crítica artista sus posibilidades y sus limitaciones, son letales para interpelar ese universo de significados legitimados. Es en principio esta condición la urgencia de la crítica, como respuesta a ese abismo entre los horizontes de significación de los actores con las prácticas reales y los efectos de estas en el desarrollo de sus propias trayectorias. 

Bibliografía.
Boltanski, Luc; Chiapello, Ève (2002): “Introducción general: Del espíritu del capitalismo y del papel de la crítica”.  En: El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid: Ediciones Akal.
Wallerstein, Immanuel (2013): “Orígenes históricos del análisis de sistemas – mundo: de las disciplinas de las ciencias sociales a las ciencias sociales históricas”. En: Immanuel Wallerstein, Análisis de sistemas – mundo, una introducción. México: Siglo XXI Editores. Págs. 9-39.

Elliott, J. (1997) “El viejo mundo y el Nuevo (1492-1650)” edit. Alianza editorial, Madrid, traductor, Rafael Sánchez.



[1] Estudiante de maestría en sociología de la universidad del valle. Código 201903127.
[2] Nadie quiso estar por fuera de este de las mieles del progreso, la lucha a muerte por hombres ilustrados de las elites criollas, se fundaban en esta premisa.  La independencia ¿para qué? No era únicamente en el caso americano de sacudirse del yugo Español, después de lograr este objetivo su máxima preocupación fue la implementación de una serie de reformas en ámbitos educativos, económicos, religiosos, arquitectónicos y tecnológicos disponiendo de enormes capitales conseguidos a través de empréstitos con las potencias del siglo XIX para lograr así desarrollar una infraestructura que les permitiera integral los territorios para integrar el mercado. Producir a gran escala las materias primas demandadas por las grandes potencias: (minerales, azúcar, algodón, cereales, café, frutas, especias)
[3]  “De esta manera, la concentración contribuyó a incrementar la acumulación de capital de diversas maneras sin embargo, el problema del suministro de capital en los periodos que procedieron a la revolución industrial, fue doble. Por un lado, la industrialización requería probablemente una acumulación preliminar de capital mucho mayor que la que el siglo XVI podía obtener. Por otra parte, requería inversión en los lugares adecuados, donde se aumentaba la capacidad productiva. La concentración –es decir, la creciente distribución desigual de la riqueza en los distintos países aumenta casi automáticamente la capacidad acumulativa, pero no en aquellos lugares donde la crisis provocó un empobrecimiento general. Además, como veremos más adelante, la concentración en favor de las economías marítimas con su nuevo mecanismo, sumamente eficaz para la acumulación de capital (obtenido, por ejemplo, por las empresas comerciales en el extranjero y en las colonias), sentó las bases para una acumulación acelerada, semejante a la que encontramos en el siglo SXVIII”. Elliott, J. (1997)
[4] No obstante, como experiencia social, el sistema socialista promovido desde la Unión Soviética término replicando el proyecto de la modernidad, el desarrollo científico cimentado desde una lógica de acumulación de capital que si bien no se amparaba sobre el mercado si lo hacía utilizando métodos de desproporcionada opresión sobre el conjunto de la población. Esta experiencia que termina en el año 1989 con la caída del muro de Berlín deja en ruinas también el modelo socialista como horizonte de búsqueda de la realización humana.

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