Por:
Andrés Felipe Ramírez Arcila.
En un caso como el de esta semana en Colombia la decisión del alcalde
Bogotano Gustavo Petro de realizar un proyecto de vivienda para una población
desfavorecida en la escala uno del estrato social llevándola a un sector de
estrato seis, desata una polémica donde es clara la oposición entre quienes lo
aprueban y lo rechazan.
Los primeros se sustentan en señalamientos como ser un acto populista y
comunista, otros intentan hacer preguntas asociadas con el reto de vivir en un
entorno contrastante con el estilo de vida de las personas en condición de pobreza,
cuestiones como su educación, su capacidad de compra, sus costumbres y sus
propios imaginarios como limitaciones para poder vivir en condiciones dignas
donde un contexto de habitantes en otras condiciones económicas los discriminarían
y hasta ejercerían formas de violencia simbólicas para reducirlos y
complicarles su existencia introduciendo enormes barreras para su mutua
convivencia.
Inclusive aparecen opiniones de profesionales que afirman que esta es
una idea descabellada y que únicamente implicaría más gastos para la alcaldía por cuestiones de mala planeación ya que construir
en otro sector implicaría la construcción de más viviendas. Otro de sus
argumentos como las diferencias culturales y sociales de las dos poblaciones, pero
que finalmente no tienen en cuenta características históricas de tales
diferencias y que es precisamente allí donde es posible entenderlas dejan ver
un sentido acrítico en estos profesionales.
Del otro bando tenemos los argumentos a favor desde una mirada inquieta por la segregación y la
desigualdad socioeconómica que hay en las ciudades de Colombia, aprueban este hecho como una forma contundente
de luchar contra la segregación y la pobreza. Acusan a aquellos que lo critican
de ser arribistas, prejuiciosas y ante todo de no mostrar una sensibilidad por
aquellos en que viven en circunstancias adversas.
Ahora lo que uno como estudiante de ciencias sociales puede ver
claramente es que más allá de una tensión virtual donde aparecen bandos
opuestos en una noticia publicada por la revista Semana, es una realidad que reencarna
los conflictos territoriales de un país que además de desigual e injusto es
pasivo e incongruente frente a su propia
realidad.
Aquellos ciudadanos que asumen que la pobreza es una cuestión de los
gobernantes y como tal se descomprometen de su rol activo en este proceso, generan
un conjunto de prácticas que deslegitiman la lucha contra ella. Pero lo más vergonzoso
es que aún despreciándola la aprueban e insisten en su continuación.
Observemos que muchos políticos y sus burócratas diseñan programas de
vivienda pero estos son llevados a cabo en lugares periféricos con ausencia de
institucionalidad y servicios que garanticen el bienestar de los habitantes. Además
de esto son también lugares con altos niveles de riesgo, pues el caso de Cali como
realizar una ciudadela continúo a lo que ha sido durante años el basurero de la
ciudad, así mismo encontramos proyectos conjuntos a cuencas hidrográficas o al
pie de monte de la cordillera.
Ahora volviendo al tema de Bogotá hay en realidad una acción política que reivindica al pobre pues más allá de asegurar su vivienda es la de dignificarlo como ser humano en pleno derecho de vivir en un espacio con condiciones ambientales, sociales y geográficas habitables pero además incluyentes y ante todo en pro de una sociedad democrática.
Finalmente lo que percibo es que actos como estos no deben ser únicamente
liderados por un actor político o económico, quien lo pusiera en marcha sería
lo de menos, si aquellos que hacemos parte de la sociedad civil independiente
de la condición social aprobáramos con tal compromiso y severidad el rol activo
que hay de nuestra parte en la lucha contra el prejuicio, la insensibilidad y
la negación del otro, manifestaciones que por supuesto hacen parte de la aguda
desigualdad socioeconómica y aspecto que nos hace olvidar de muchas cosas pero
principalmente de nuestra condición de seres humanos encegueciéndonos en
apariencias que finalmente conducen a nuestro estancamiento como sociedad.
Muy pertinente tu reflexión, ya que nos muestra como sigue sumamente fuerte esos paradigmas clasistas, elitistas, en ciertos sectores de la sociedad, en la cual con argumentos en ocasiones absurdos, pretendenden des legitimar una lucha contra la segregación, la discriminatorio en una nación que se proclama democrática, pero que en realidad esta vendida a unos intereses fuertemente capitalistas.
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