jueves, 8 de enero de 2015

Antropocentrismo y consumo de animales.


POR

Andrés Felipe Ramírez A.


Hay un principio en todo convivir con el otro, no hagas a tu semejante lo que no desearías que te hagan a ti, sí este fuera más constante en las relaciones no solamente entre humanos sino también con los animales no humanos entonces la vida estaría en la dirección correcta. Bajo este principio que resulta simple, pero cuesta tal dificultad entenderlo y más importante aún emprenderlo y convertirlo como parte del convivir, entonces  posiblemente el coexistir con los demás en la experiencia de vivir tendría un sentido diferente.

Te contestaría a tu pregunta, ¿Por qué no comer carne? Con una respuesta ¿Por qué comerla? ¡Es esto tan natural, que ni siquiera lo ponemos en duda¡ sí bien recuerdo  poseemos en términos biológicos más características vegetarianas que carnívoras, nuestro sistema digestivo y nuestra morfología lo revelan. Nuestra imagen no está tan próxima al  carroñero ni al león como si lo está  al chimpancé que se alimenta de frutas y plantas, mucho menos  asesina por placer o por diversión aunque tampoco lo hacen los carnívoros pero si lo hace el hombre.

Respondiendo ahora si a la pregunta ¿por qué no comer carne? Cada día surgen estudios de las consecuencias de este hábito, son más los daños que sus ventajas. Está asociado a un conjunto de enfermedades como el cáncer, la diabetes, hipertensión, obesidad y problemas cardiovasculares. Las mismas que estadísticamente tienen un lugar importante de los causantes de muertes de miles de personas. También tenemos que al ser una práctica extensiva implica cantidades de alimentos, agua, suelos y energías con un impacto ambiental desalentador.  Sin embargo, estos motivos no parecen  suficientes para dejarla de consumir, inclusive yo pensaba así,  pues el anhelado  sabor de esta y la costumbre de tenerlo en el plato así sea una vez al día es algo que no es fácil dejar. 

Pero informándome más encontré que en todo esto hay un verdadero dilema que aunque ya lo han dicho los defensores de los animales yo lo quiero sostener, el dilema es ético más que por salud o alguna razón ideológica.

Al reflexionar sobre una práctica tan despiadada como la producción en engranaje de animales no humanos que pasan por un sin un número de procedimientos crueles e insensibles, pues son golpeados, remontados, despellejados, violados, apuñalados, descuartizados y desangrados. Esto se replica uno tras otro en largas filas los 365 días del año en diferentes partes del mundo me parece que es la salvajada más brutal, injustificada y desconsolante que hace el hombre por razones que reposan en el lamentable gusto por la CARNE.

Una persona es más ética cuando otra en sus comportamientos tiene una actuación no ética, aunque esto es argumento tautológico su interpretación es breve, una persona que no asesina es más ética que aquella que si lo hace.  Imaginarse el dolor, la tortura, la desconsolación, la angustia, el pánico, el sufrimiento de un semejante por algunos instantes es motivo suficiente para cambiar los hábitos cuando estos son la razón causante de dicho destino.

Reitero, este hábito está más asociado con el gusto por ella, con la riqueza que produce y con la tradición, pues este último el que finalmente le da un lugar privilegiado al ser ampliamente aceptado y rechazado tan solo por unas minorías que cada vez son más. El gusto por la carne que no es netamente natural sino que se produce por el consumo de ella consistentemente desde muy niños entonces se convierte en algo casi que irrenunciable como cualquier vicio al que no renunciaría un adulto por ser lo que le genera satisfacción.

Pero así como este hábito existen infinidad de cosas que son tentadoras, exquisitas, irresistibles pero que al tener una valoración negativa culturalmente entonces desistimos de ellas, pues son ampliamente rechazadas: como  la venganza, el hurto, la infidelidad y la prostitución. Muchas de estas además porque tienen  una connotación ética que limita actuar cuando está en dirección contraproducente contra la integridad del otro,  por un placer propio. Es en esta misma dirección que la práctica sistemática de asesinatos de otros animales debe frenar, como cualquier otra práctica que se sustente en la violencia y en el uso indiscrimado de las partes de sus cuerpos. (Piel, lana, cuernos, uñas, dientes, etc...)
   

Finalmente no comer carne porque es un acto que esta desligado a la supervivencia como lo he afirmado anteriormente y lo hacemos más con otros fines que se vinculan más con el placer y la diversión bajo la idea del hombre como especie que se piensa a sí mismo como superior, extraño de la naturaleza y con la creencia de una especialidad que los desvirtúa de lo que es en realidad, un organismo más de millones que existen en este mundo pero que en una cosmovisión del mundo occidentalizada – judeocristiana que se da el derecho de exterminar con ellos, con las condiciones para que se produzcan y consigo mismo.  

Una visión antropocéntrica, egoísta y arrogante que hay que empezar a cambiarla puesto que no es el camino como especie ni como seres vivientes que provienen de la misma naturaleza que invita a vivir en el amor y en la coexistencia, no en el odio y en la exterminación.  

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